quinta-feira, 23 de outubro de 2025

O LOUCO DE DEUS E O LOUCO SEM DEUS

Foi publicado no passado mês de Abril um livro, inesperado, do escritor espanhol Javier Cercas (n. 1962) com o título El loco de Dios en el fin del mundo.

O autor, membro da Real Academia Española, ateu convicto e anti-clerical notório, foi convidado (para sua surpresa), em Maio de 2023, por individualidades da Santa Sé, para acompanhar o Papa Francisco na sua viagem à Mongólia e escrever depois um livro sobre a viagem, sobre a Igreja, sobre o Vaticano e sobre o que lhe agradasse. Ao princípio, julgou tratar-se de uma piada, mas não era.

Ao longo de quase 500 extensas páginas, Javier Cercas descreve com brilho, precisão, informação cuidada, perspicácia e uma boa dose de ironia as suas impressões da viagem e a sua convivência com a Cúria vaticana e com o próprio Papa.

O escritor acabou por aceitar o convite lembrando-se de sua mãe: «Fue justo entonces, tras recordar esa visión salvífica, cuando me acordé de mi madre viva y de mi padre muerto, ambos católicos a machamartillo, me acordé de que, desde la muerte de mi padre, mi madre no paraba de repetir que iba a encontrarse con él después de muerta, y me dije que, si podía estar uns minutos a solas con el papa y hablarle de la resurreción de la carne y la vida eterna y preguntarle si era verdad que mi madre volvería a ver a mi padre, entonces tenía todo el sentido del mundo escribir aquel libro.» (p. 20). Embora não lhe fosse garantido a priori um encontro a sós com o Papa, mesmo por breves minutos, Cercas acedeu ao convite formulado, avisando os proponentes do risco que corriam com tão imprevisível ideia.

O livro começa pela descrição dos encontros que manteve no Vaticano com alguns dos mais destacados dignitários da comunicação social da Santa Sé, a fim de inteirar-se de uma série de questões relacionadas com o funcionamento de Cúria e as viagens papais. Reuniões que também aproveitou para interrogar os seus interlocutores sobre problemas da Fé, da Doutrina, da Igreja em geral.  Entre as personalidades contactadas distinguem-se o jornalista Paolo Ruffini, Prefeito do Dicastério para a Comunicação (o primeiro leigo a ser nomeado prefeito de um  dicastério romano) e o cardeal Tolentino de Mendonça, Prefeito do Dicastério para a Cultura e Educação, a quem dedica palavras elogiosas.

Também obtém uma audiência do cardeal Gianfranco Ravasi, presidente emérito do Pontifício Conselho para a Cultura, sobre o qual comenta: «Más preguntas: quiso decirme algo el cardenal Ravasi en el Palazzo di Spagna, con sus risas y sus sonrisas y sus citas en lenguas herméticas, y tal vez no se atrevió a decírmelo para no perturbar a los religiosos que nos escuchaban, para no perturbar a mi madre, para no perturbarme a mí? O lo dijo, pero no lo dijo abiertamente, y yo no acerté a entenderlo? Quiso decir el cardenal lo que a mí me pareció entender, y es que un católico no siempre está seguro de que después de la muerte lleguen la resurrección de la carne y la vida eterna, y que estas dudas procuran angustia y desasosiego, como se las procuraron a san Manuel Bueno, mártir? O, por el contrario, quiso decir que la resurrección de la carne y la vida eterna no deben tomarse al pie de la letra, como se lo tomam mi  madre y millones de cristianos, sino de una manera simbólica, igual que si fueran figuras poéticas de una grandiosa composición teológica conocida como cristianismo? Acaso intentó decir que, en realidad, ni el papa ni los cardenales creen en Dios, no al menos con la convicción con que cree mi madre, con la fé sin preguntas de los feligreses de Valverde de Lucerna, con la fe proverbial del carbonero? Fue por esa razón por la que todas las personas a quienes propuse el test de resistencia del libro sobre el papa sugirieron que, a mi pregunta por la resurrección de la carne y la vida eterna, Bergoglio respondería con una evasiva (una metáfora, un circunloquio, una cita evangélica, la glosa de un pasaje bíblico), que el papa no diría que no creía que ma madre no volvería a ver mi padre después de muerto, porque no podía decirlo, pero tampoco que sí lo creía, porque no se atrevería a decírselo a un maldito intelectual ateo?» (pp. 40-41)

Javier Cercas discorre sobre Francisco de Assis, que foi chamado o "louco de Deus" e lembra que Jorge Bergoglio, ao escolher o nome pontifício de Francisco, é também um "louco de Deus", com uma vocação missionária que evoca a Ordem dos Frades Menores.

Dissertando sobre religião, escreve Cercas: «por eso escribe Nietzsche, en Ecce Homo, que el cristianismo representa "la negación de la voluntad de vida hecha religión", o, en El ocaso de los ídolos, que hay en Dios "una declaración de guerra a la vida, a la Naturaleza, a la voluntad de vida" y que la concepción cristiana de Dios "es una de las más corruptas alcanzadas sobre la Tierra"; por eso añade en El Anticristo que, como el cristianismo "se ha erigido en defensor de todos los débiles, bajos y malogrados", esa religión transforma en ideal el "repudio de los instintos de conservación de la vida pletórica" y considera "al hombre pletórico como hombre típicamente reprobable, como 'réprobo' ". Una vez que abandoné la fe cristiana, yo soñaba con transformarme en uno de esos hombres fuertes de Nietzsche, réprobos y reprobables, uno de esos insumisos que no se resignan a su propia debilidad ni aceptan servidumbre ni mentira alguna - empezando por la mentira de la religión -, uno de esos superhombres veraces y aspirantes a la autonomía individual que copian el gesto soberbio del ángel caído y su grito rebelde de guerra ("Non serviam!"), uno de esos espíritus libres poseídos como se lee en La voluntad de poder, "por la voluntad incondicional de decir no allí donde el no es peligroso".» (pp. 45-46)

Não posso deixar de transcrever esta passagem, com a qual concordo em absoluto:

«En qué quedamos, entonces: es Francisco un papa de izquierdas o de derechas? No cabe ninguna duda de que hoy, en muchos sentidos, Bergoglio se halla politicamente más a la izquierda que sus predecessores en la silla de san Pedro; tampouco de que la izquierda se siente próxima a él por su énfasis en la igualdad, en la justicia social y en la solidaridad con los desfavorecidos, así como por su rechazo a lo que alguna vez llamó el "ultraliberalismo individualista" y el "hedonismo consumista". Desde esta perspectiva, no sería inexacto considerar su papado como una reacción frente al conservadurismo de Juan Pablo II, que mezcló la defensa de la cristandad tradicional con la connivencia o el apoyo a ideologías políticas reaccionarias y sufocó o relegó la vocación social de la Iglesia.» (pp. 56-57)

A propósito do humor de Bergoglio:

«En el otoño de 2021 aparicieron en las paredes del Vaticano unos pasquines escritos en dialecto romanesco donde se le acusaba de haber decapitado a la aristocrática y tradicionalista  Orden de Malta por forzar la dimisión de Matthew Festing, su reaccionario prior. Un periodista del diario alemán Die Zeit le interrogó al respecto, y el papa elogió la belleza de los pasquines, añadió que eran claramente "obra de una persona muy cultivada". "Alguien por aqui?", preguntó el periodista, refiriéndose al Vaticano. "No", replicó Bergoglio. "He dicho una persona cultivada". Chesterton hubiera aplaudido.» (p. 64)

Sobre o louco de Nietzsche:

«El loco de Nietzsche es un demente que enciende un farol en pleno día y corre al mercado gritando: "Busco a Dios! Busco a Dios!" La gente se ríe del loco, mientras él se pregunta, retóricamente: "Que adónde se ha ido Dios? Os lo voy a decir", se contesta. "Lo hemos matado: vosotros y yo. Todos somos su asesino!" Y a continuación suelta un epigrama como un grito terrible cuyo eco todavía no se ha extinguido: "Dios ha muerto, e nosotros lo hemos matado!" Ese grito es de alegría o de pena? Hace feliz al loco la muerte de Dios, la liberación de la eterna autoridad suprema, el final de aquello que siempre ha impuesto normas y limites, pero también ha otorgado sentido a todo? Está satisfecho el loco con ese crimen? No: está desesperado: para el loco, la muerte de Dios no es un acontecimiento gozoso: es un acontecimiento atroz, que no depara al mundo alegría sino desolación. "Cómo hemos podido hacerlo?", se pregunta el loco, incapaz de dar crédito a aquella enormidad. "Cómo hemos podido bebernos el mar? Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte? Quê hicimos cuando desencadenamos la Tierra de su Sol? Hacia dónde caminará ahora? Hacia dónde iremos nosotros? Lejos de todos los soles? [...] Cómo podremos consolarnos, asesinos entre los asesinos? [...] No es la grandeza de este acto demasiado grande para nosotros?" Éste es el loco de Nietzsche: un loco sin Dios, pero también un loco que no está loco, o no del todo, uno de esos locos lúcidos que, como don Quijote, son más lúcidos que los cuerdos porque ven más allá que los cuerdos, más allá de lo que son capaces de ver los hombres comunes y corrientes, aquellos que solo saben reírse de él.» (pp. 84-85)

Sobre os abusos sexuais:

«-Entonces cómo vamos a exigirle a un pobre cura perdido en medio de África que sea siempre sublime, que no ceda a sus impulsos? No es pedir demasiado? No es, de algún modo, pensar que el cura es capaz de hacer aquello que los demás no podemos hacer? No es esto una forma secreta de clericalismo? No es lógico que este cura, en un momento de debilidad, acabe haciendo de mala manera cosas que hubiera debido hacer de buena manera? En fin, padre Spadaro [sacerdote jesuíta, exercendo o cargo de subsecretário do Dicastério para a Cultura e Educação desde 2024]: el sexo no forma parte del amor? Cómo es possible que la Iglésia tenga una relación tan complicada con él, a menudo tan poco saludable y tan retorcida, por no decir tan perversa?

- Me has hecho muchas preguntas ...

El reproche, formulado con una sonrisa indulgente, es justíssimo, y me disculpo por mi vehemencia (o por mi charlatanería). Ahora el padre Spadaro no tiene necesidad de reflexionar; sin duda lo ha hecho mientras me escuchaba.

- Lo primero: no se debe confundir el problema de los abusos con el celibato - dice - . Son cosas distintas: los abusos ocurren sobre todo en la familia. No tienen nada que ver con el celibato.

Silencio.

- Está seguro? - pregunto.

- Uno no abusa de menores porque no está casado.

- No, pero quien no está casado también tiene sus necesidades sexuales y, si no las satisface por las buenas, es lógico que pueda acabar satisfaciéndolas por las malas. Para la Iglesia, el matrimonio da salida a las pulsiones sexuales, pero si las mantienes encerradas...

- Insisto: son cosas distintas. La mayor parte de los abusos de menores de dan em familia, con personas casadas que abusan de los menores. Así que... Y otras dos cosas que hay que separar son la homosexualidad y la pederastia: son dos problemas diferentes. En cuanto al celibato, es verdad: puede ser duro, difícil de asumir. Pero no creo que el marimonio sea la solución de todos los problemas... Eso lo vemos en otras religiones, el protestantismo o el anglicanismo o la Iglesia ortodoxa, donde les sacerdotes pueden casarse. Así que no creo que sea la solución. Aunque es verdad que hoy, en la Iglesia católica, el problema se plantea con más fuerza que nunca. De todos modos, insisto, el celibato no está ligado al abuso.

- Se refiere al abuso de los niños. Pero el abuso no es solo de los niños: es también de las mujeres. El celibato tampoco guarda ninguna relación con el?

Por toda respuesta, Spadaro resopla, indeciso.

- Está seguro de que tampoco guarda relación con la pederastia? - porfío -. Un hombre no puede encontrar una válvula de escape a sus urgencias sexuales en las relaciones con niños?

- No lo sé. - Spadaro me enseña las palmas de sus manos, como si tratase de protegerse con ellas -. No soy un experto: quizá es mejor hablar con los expertos. Pero yo entiendo  que son dos cosas distintas: una es tener propensión hacia los menores y otra es ser una persona que siente la soledad, que necesita satisfacer sus necesidades y más bien buscaría a alguien de su edad, no a un niño.

- Sí, ésa es la conclusión a que llegaron los expertos reunidos por el papa. Pero, con franqueza, no mi parece muy convincente; ni a mí ni, por cierto, a bastantes sacerdotes, que viven en sus carnes el problema. Insisto: un sacerdote tiene los apetitos sexuales que todos tenemos y, si no encuentra forma legítima de darles salida, al final la salida puede ser ilegítima. Con mujeres o con niños dóciles a su autoridad. Es lógico. Y yo me pregunto si a un cura se le puede exigir lo que no se le exige a ningún otro ser humano, y me pregunto también si esa exigencia no es una manifestación de clericalismo.

- El riesgo existe, es verdad - acepta Spadaro -.  Creer que el cura está por encima del deseo sexual es un error y sería en efecto una forma de clericalismo. Sí. Lo que yo digo es que los abusos a niños los cometen tanto los célibes como los casados y por lo tanto el celibato y los abusos de menores son problemas distintos. Otro asunto es la soledad del sacerdote...» (pp. 110-111-112)

O encontro com o cardeal Tolentino:

«Con el cardenal Tolentino ocurre algo insólito: la conexión es instantánea. El cardenal es poeta y la conexión la crea la poesía; o más exactamente: un poeta; o más exactamente: un poema. Cuando me recibe en la sede del Dicasterio para la Cultura y la Educación, en el palazzo delle Congregazioni, plaza Pio XII, junto a la basílica de San Pedro, al cardenal le falta tiempo para bromear sobre la aspereza de la vida de los escritores y las servidumbres de la vida literaria - los viajes, los festivales, las lecturas públicas -; luego menciona a un poeta surealista portugués, amigo suyo: Mário Cesariny.

- No se si lo conoces.

- Por supuesto.

El cardenal clava en mí unos ojos ilusionados.

- No puede ser.

Mi respuesta consiste en recitar un poema de Cesariny que de joven recitaba a voz en grito en mis noches alcohólicas:

Al final lo que importa no es la literatura

ni la crítica de arte ni la cámara escura.

Enardecido como un poeta adolescente, el cardenal se suma a mi recitado, pero en seguida me deja seguir solo, como si quisiera comprobar que me sé de memoria la pieza de su compadre; hasta que llego a mi estrofa favorita:

Al final le que importa es no tener miedo: cerrar los ojos frente al precipicio

y caer verticalmente en el vicio.

Celebramos esos versos salvajes con una carcajada común.» (pp. 118-119)

A conversa prossegue com o cardeal Tolentino sobre literatura e a ilha da Madeira, e a certa altura há uma referência ao escritor português Valter Hugo Mãe:

« El cardenal José Tolentino de Mendonça es portugués (de Machico, en la isla de Madera), habla un italiano com resonancias portuguesas y se comporta con una dulzura y una humildad portuguesas; fisicamente es pequeñito, muy moreno, casi calvo. Ha publicado tantos libros eruditos como su predecesor en el Dicasterio, el cardenal Ravasi, con quien años atrás hablé sobre literatura y religión en el palazzo di Spagna; su poesía le ha valido todos los premios de su país. "Ojo con él", me dijo meses después de nuestro encuentro el escritor Valter Hugo Mãe. "Es el mejor poeta actual de mi lengua. Merecería ser premio Nobel. Y Papa".» (p. 120)

[Permita-se-me um aparte: Não sei se Javier Cercas está a gozar connosco, com Mãe, com Tolentino ou se é mesmo ignorância]

Continuando com Tolentino:

«- Nosotros, los occidentales, tenemos una historia difícil de lucha entre razón y fe - dice el cardenal con su voz densa, aterciopelada -. Pero yo, como europeo, considero que esa lucha non conduce necesariamente al ateímo. Dostoievski, por ejemplo, decía: "Mi fe surge del horno de mis dudas". Así que podemos pensar que incluso las preguntas más extremas que la razón occidental ha hecho pueden ser un componente de la fe. Y seguramente la fe del papa Francisco no es una fe que se no hace preguntas. Yo creo que a él le gusta tanto hablar con laicos porque comprende los retos, las dificultades de la fe. También creo que la razón puede purificar una fe demasiado fácil. Creer no debe ser demasiado fácil. Flannery O'Connor decía: "Creer es más difícil que no creer".» (p. 132)

Sobre a Ucrânia:

«Al llegar a mi dormitorio de la Casa Paolo VI me tumbo en la cama a leer los periódicos con mi iPad. En El País leo una noticia a toda página sobre el papa, o más bien sobre el papa y sobre la guerra que devasta Ucrania desde hace año y medio. "El papa Francisco enfurece a Ucrania al elogiar el pasado imperial ruso", reza el título; y la entradilla: "Líderes religiosos y políticos piden explicaciones al Vaticano en una nuova polémica protagonizada por el pontífice y sus palabras próximas al discurso del Kremlin". Lo ocurrido es un ejemplo de la famosa imprevisibilidad de Bergoglio: tras un discurso por videoconferencia dirigido a jóvenes católicos de San Petersburgo, el papa improovisó unas palabras en las que los animaba a sentirse orgullosos de su pasado ruso; el problema es que, en vez de citar a Pushkin y Dostoievski, el papa evocó a Pedro el Grande y Catalina II, los mismos representantes de "la gran Rusia" - expresión venenosa utilizada también por el papa - que esgrime Vladimir Putin para justificar la invasión de Ucrania. Es obvio que la improvisación de Francisco fue malinterpretada o tergiversada tanto por los ucranianos (que abominaron de ella por considerarla una defensa de Putin) como por los rusos (que la celebraron por idéntico motivo): el papa no pretendía aplaudir la invasión rusa de Ucrania ni animar a los jóvenes ctólicos rusos a sumarse a ella; no es menos obvio, sin embargo, que sus palabras fueron como mínimos torpes y sus ejemplos como mínimo infelices, y que él mismo se ha ganado a pulso todos los malentendidos con la tibieza de su postura frente a esa guerra: baste recordar que en junio de 2022, cuatro meses después del inicio de la invasión rusa, Francisco declaró que ésta "había sido quizá provocada o no evitada" por la OTAN. Un hecho parece en cualquier caso transparente: el papa Francisco padece unos recelos antiamericanos y una mentalidad de la guerra fría - ambos del todo comprensibles en un latinoamericano de su generación - que le ciegan a la obviedad de que la guerra de Ucrania es, en lo esencial, una simple, salvaje y anunciada agresión imperialista ejecutada friamente por un tirano que sueña con reconstruir con la Rusia actual el imperio abolido de los zares.» (pp. 138-139)

[Neste ponto há que reconhecer que o papa Francisco tinha toda a razão. Javier Cercas deve estar confuso, o que se lamenta num escritor tão laureado como ele, ou então, na pior das hipóteses, ainda que não de todo descartável, trata-se de um avençado de George Soros ( György Schwartz).]

Onde o autor se confessa ex-toxicodependente:

«Karl Marx observó famosamente que la religión es el opio del pueblo. En lo que a mí respecta, acertó de lleno: la prueba es que, cuanto abandoné el catolicismo a raíz de la lectura de San Manuel Bueno, mártir, me lancé en busca de drogas alternativas; la más potente, eficaz y duradera ha sido la literatura, pero he consumido muchíssimas otras, incluido el alcohol, el tabaco, la marihuana, el hachís y la cocaína. De unos años para acá, sin embargo, la que más me pone (aparte de la literatura) es correr, así que cada mañana corro durante cincuenta minutos; se trata de una droga brutalmente adictiva: si no corro un día, me pongo nervioso; si no corro dos días, me pongo nerviosísimo; si no corro tres días, me entran ganas de practicar el canibalismo.» (p. 140)

Após as reuniões no Vaticano para se familiarizar com os organismos da Igreja Católica e com o pensamento do Papa, e para lhe ser explicado o objectivo da visita de Francisco e os procedimentos inerentes, Javier Cercas embarca no avião papal. 

«De modo que aquí estoy yo, ateo y anticlerical, laicista militante, racionalista contumaz e impío riguroso, volando en dirección a Mongolia con el anciano vicario de Cristo en la Tierra, esperando que termine de saludar a los vaticanistas y que llegue mi turno para poder interrogarle sobre la resurrección de la carne y la vida eterna, para que me diga si mi madre verá a mi padre más allá de la muerte, para escuchar su respuesta y llevársela a mi madre. He aquí un loco sin Dios persiguiendo al loco de Dios hasta el fin del mundo.» (p. 211) 

Durante o voo, o autor terá obtido alguns minutos a sós com o Papa, assunto que abordaremos no fim.

Em Ulan Bator, capital da Mongólia, Javier Cercas encontra-se com diversas personalidades locais e visita diversos locais religiosos e profanos. Francisco é recebido solenemente pelo presidente Ukhnaagiin Khürelsükh e pelos dignitários oficiais. O autor conversa com o cardeal Giorgio Marengo, bispo italiano da Prefeitura Apostólica de Ulan Bator e com o célebre missionário padre Ernesto Viscardi.

Além do budismo e do xamanismo, preponderantes, existem confissões cristãs na Mongólia: católicos (poucos), protestantes (os mais representados), mormones, evangélicos, ortodoxos.  

A visita do papa à Mongólia mostra o interesse de Francisco pelas pequenas comunidades católicas longínquas, mas também é certo, que nunca tendo podido visitar a Rússia e a China, o Papa aterrou entre os dois países, o que encerra sem dúvida um significado não despiciendo na diplomacia pontifícia.

Não cabe obviamente neste texto a descrição da estada da comitiva papal na Mongólia.  

De regresso ao Vaticano, Javier Cercas volta a encontrar-se com algumas das personalidades com quem se avistara antes da partida. E com outras pela primeira vez, como é o caso da sua reunião com o cardeal Víctor Manuel "Tucho" Fernández, prefeito do Dicastério para a Doutrina da Fé. Escreve o autor:

«El Gran Inquisidor.

Así es como llamo para mis adentros a Víctor Manuel "Tucho" Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, antiguo Santo Oficio, antigua Inquisición, desde que Fazzini me anunció que tal vez podría conversar con él. El Gran Inquisidor: como el personaje de Los hermanos Karamázov (o de la leyenda que Iván Karamázov le cuenta a su hermano Aliosha en la novela de Dostoievski), aquel individuo que le exige a Jesucristo resucitado que regrese a su tumba para que la Iglesia pueda seguir administrando su legado y convertiendo su mensaje emancipatorio de amor en un mensaje de terror y sumisión nacido de un concepto del hombre espeluznantemente lúcido y enteramente opuesto al de Jesucristo ("Para el hombre no hay preocupación más constante y atormentadora", dice el Gran Inquisidor, "que la de buscar cuanto antes, siendo libre, ante quién inclinarse").

Lo cierto sin embargo es que, al menos a primera vista, el Gran Inquisidor de Francisco no pede ser más opuesto al Gran Inquisidor de Dostoievski. Es último es un anciano de casi noventa años, aalto, sombrío e intimidante, de cara enjuta y ojos hundidos, que viste un hábito monacal viejo y tosco; tiene unas pobladas cejas canosas y su mirada centellea "con siniestro fuego"; no menos siniestros son los auxiliares, los esclavos y la guardia que lo acompañan. El Gran Inquisidor de Bergoglio, en cambio, se presenta solo en la sala de reniones que Fazzini nos ha cedido y, si no fuera por su clergyman yo nunca habría adivinado al heredero de Torquemada en este tipo calvo, longilíneo y sonriente, con un no sé qué de pingüino (ou tal vez de cigüeña, o tal vez de una mezcla imposible de pingüino y cigüeña), un hombre que me estrecha la mano buscándome los ojos con una curiosidad afable.» (pp. 435-436)

Do longo diálogo com o cardeal retenho:

«Padre Fernández, podría explicarme a qué se dedica hoy el Santo Ofício?

Mi interlocutor responde sin vacilar.

- Históricamente, el Santo Ofício buscaba preservar la integridad de la fe, impedir que se produjeran errores doctrinales - cuenta -. Y, claro, es verdad: en su momento llegó a extremos terribles, como el de Giodano Bruno, quemado vivo en la hoguera, o como los de la Inquisición española, solo superada en crueldad por la Inquisición calvinista, mucho peor que la nuestra... Inquisición y Santo Ofício eran lo mismo, en aquella época. Luego, con el tiempo, la Inquisición desapareció y el Santo Ofício mantuvo esa función de cuidado de la integridad de la fe. Y a principios del siglo XX, cuando la Iglesia dio sus batallas contra el Modernismo teológico y acabó condenándolo, el Santo Ofício (y más tarde el actual Dicasterio para la Doctrina de la fe) funcionó casi como un servicio de inteligencia, como un sistema de control; no se quemaba ni se torturaba a nadie, como en tiempos de la Inquisición, pero también era una fuente de sufrimiento y de miedo...» (p. 440)

Também:

«- Cual va a ser la misión del Santo Ofício durante su mandato? El papa le ha encargado renovarlo?

El prefecto apura el vaso y lo deja frente a él.

- Hace un par de meses, a principios de julio, el papa me mandó una carta. En ella me decía que era necesario hacer algunos cambios en el dicasterio, de tal manera que se convierta en un lugar de fomento del pensamiento teológico y la investigación... Nada de salir a la caza de herejes y herejías. - "El dicasterio que presidirás", escribió Bergoglio en esa carta, "en otras épocas llegó a utilizar métodos inmorales. Fueron tiempos donde más que promover el saber teológico se perseguián posibles errores doctrinales. Lo que espero de vos es sin duda algo muy diferente" -. Si a alguien se le acusa de algo, el dicasterio debe ser un espacio de debate con esta persona, un instrumento que nos permita averiguar se tiene una inquietud legítima que tal vez hay que tener en cuenta, o si algo que a simple vista parece un error puede ser en realidad un intento de desarrollar un aspecto o un problema que ha sido olvidado, o que no ha sido suficientemente pensado en la Iglesia. Cosas de ese tipo... En definitiva, lo que el papa me ha pedido es una reconfiguración del dicasterio en esa línea más abierta, ponderada y tolerante: sustituir las sanciones por el diálogo, la persecución por la reflexión.» (pp. 446-447)

Continuando:

«Admiro el pragmatismo humilde del Gran Inquisidor de Bergoglio - que horrorizaría al Gran Inquisidor de Dostoievski -, pero a mí el argumento de Pascal me sigue pareciendo de una mezquindad hedionda: un win-win hipocritón y ventajista de merchachifle de Dios.

Me explico.

Existe una ética religiosa y una ética laica, una ética cristiana y una ética atea; hay quien piensa que la primera es superior a la segunda: al menos desde que perdí a la fe en Dios gracias a Unamuno y a Nietzsche (o por culpa de ellos), yo pienso exactamente lo contrario. la oposición entre una y otra ética se encierra en dos versículos casi calcados, uno de un evangelio auténtico y otro de un evangelio apócrifo, uno obra de san Mateo y otro de Jorge Luis Borges. El versículo de san Mateo dice:

Bienaventurados los de limpio corazón, porque verán a Dios.

Por el contrario, el versículo de Borges dice:

Bienaventurados los de limpo corazón, porque ven a Dios.

Del futuro de san Mateo al presente de Borges: ahí radica la diferencia minúscula y descomunal entre ambas éticas.» (p. 457)

No fim do livro, Javier Cercas transmite à mãe o que o papa Francisco lhe disse na breve conversa do avião, e que ele filmou. Transcrevo algumas frases:

- Con la resurrección de Cristo se plantó la semilla de la resurrectión de toda la humanidad. Con el bautizo entramos ya en ese mundo.

- Como dice san Pablo,"si no creemos que Jesucristo resucitó, vana es la fe". (p. 474)

Não cabe neste texto, que vai já muito longo, a descrição integral da conversa com o papa.

* * * * * 

Trata-se de um livro indubitavelmente muito bem escrito. que combina a crónica e o ensaio com a biografia e a auto-biografia. Todavia, a repetição de vários temas, sem necessidade aparente, alongando (inutilmente) a obra com o risco de quebrar o ritmo enunciado, conduz o leitor a pensar que Javier Cercas o fez com o deliberado propósito de publicar um volume particularmente extenso. 

2 comentários:

Anónimo disse...

Muito curiosa,esta aventura turistico-teilógica do Cercas. Noto entretanto que o autor do blog conserva vivos os pricípios da Santa Inquisição noutras roupas.Para ele,quem não concorda com Putin,ou está confuso ou é avençado do Soros. Pela minha parte e pela dos meus amigos felizmente anti-Putin,nem estamos nada confusos,nem recebemos um cêntimo do Soros...

Blogue de Júlio de Magalhães disse...

Para o comentador anterior:
Reparo que só lhe tenha merecido referência a alusão a Soros, que nem é de Cercas, é minha, e não as longas páginas que escrevi sobre o livro. É que o livro, ao menos as linhas que transcrevi, suscitam reflexões mais importantes que a mera, e circunstancial alusão a Soros.
Noto, também, a sua obsessão anti-Putin. Não se trata de ser pro ou anti-Putin, mas de observar a realidade. E não creio que a maioria dos seus amigos seja anti-Putin, na acepção em que utiliza o conceito.