Morreu no passado dia 4, em Marrakech, com 86 anos de idade, o escritor Juan Goytisolo, uma das mais brilhantes figuras da literatura espanhola contemporânea. O seu enterramento teve lugar no dia seguinte, no cemitério civil de Larache (próximo de Tânger), tendo a sepultura sido colocada ao lado da de outro grande escritor, o francês Jean Genet, que tendo morrido em Paris, expressou igualmente o desejo de ser inumado em Marrocos.
Sobre Juan Goytisolo, escrevi aqui, o ano passado, um texto a propósito dos dois volumes que podem ser considerados as suas "memórias".
Creio que a comunicação social internacional, ocupada com as intrigas da pequena política dessa "bola de lama, a Terra" (como escreveria António Nobre no Só), pouca ou nenhuma importância dedicou ao passamento de tão notável figura.
Por isso, transcrevo a notícia de "El País", publicada ontem:
Goytisolo en su amargo final
La
imposibilidad de escribir y la necesidad de dinero para costear los estudios de
sus ahijados deprimieron al escritor
Rabat 10 JUN
2017 - 19:21 CEST
Juan Goytisolo, en noviembre de 2014
en su casa de Marrakech con su ahijado Jalid.
Bernardo Pérez
Hace tres años Juan
Goytisolo apenas contaba con medios para subsistir. Le era imposible
costear los estudios de sus tres ahijados, algo que se había convertido en su
razón de vida. Le fallaban las fuerzas para emprender una obra de envergadura y
en abril de 2014 escribió el siguiente documento: “Mi decisión de recurrir a la
eutanasia a fin de no prolongar inútilmente mis días obedece a razones éticas
de índole personal. Desaparecida la libido y con ella la escritura, compruebo
que ya he dicho lo que tenía que decir. Tampoco mi cuerpo da para más. Cada día
constato su deterioro y antes que ese declive afecte a mi capacidad cognitiva
prefiero anticiparme a mi ruina y despedirme de la vida con dignidad”. Y
seguía: “La otra razón de la eutanasia es la de asegurar el porvenir de los
tres muchachos cuya educación asumo. Me parece indecente malgastar los recursos
limitados de que dispongo, y que disminuyen a diario, en tratamientos médicos
costosos en vez de destinar este dinero a completar sus estudios. Por todo
ello, escojo libremente la opción más justa conforme a mi conciencia y respeto
a la vida de los demás”.
Goytisolo escribía siempre a mano y
a mano firmó el documento. Se lo pasó al ordenador la persona que solía
transcribirle muchos textos, Rafael Fernández, un profesor del Instituto
Cervantes de Marrakech que murió de cáncer ese mismo año. Goytisolo estaba
obsesionado con la educación de sus tres ahijados: Rida, que ahora tiene 23
años, Yunes, también 23, y Jalid, 18. Rida es hijo de su gran amigo Abdelhadi y
los otros dos son hijos de Abdelhaq, hermano de Abdelhadi. Todos ellos, más la
esposa de Abdelhaq, vivían con Goytisolo en un antiguo hostal, que el escritor
compró en 1997. Formaban lo que él llamó su “tribu” y su tribu lo cuidó hasta
el final.
En 2004 comenzó a tener dificultades
económicas. El entonces director del Instituto Cervantes, César Antonio Molina,
le facilitó giras de conferencias en la institución e intercedió para que le
encargasen cursos de verano. A partir de 2007 EL PAÍS pasó de abonarle los 250
euros que cobraba por artículo a asignarle una mensualidad de 3.000 euros. El
sueldo lo percibió en Marruecos hasta el último momento, aunque no escribiera.
“Una vez descontados los impuestos, le llegaban 2.200 euros, lo indispensable
para vivir”, señala alguien próximo. Las fuentes que aparecen en este artículo
sin nombre y apellido solicitaron expresamente mantenerse en el anonimato.
En 2014 Goytisolo asumía que su
cuerpo no daba para más. Tenía 83 años, pero lo peor quedaba por venir. Siete
meses después de escribir el documento de la eutanasia, en noviembre de 2014,
se anunció la concesión del premio Cervantes, el más importante en lengua
española, dotado con 125.000 euros. El problema es que Goytisolo se había
opuesto en varias ocasiones a ese galardón. En enero de 2001, tras anunciarse
el premio para Francisco Umbral, Goytisolo publicó un artículo en este diario
titulado Vamos a menos donde criticaba “la
putrefacción de la vida literaria española” y “el triunfo del amiguismo
pringoso y tribal”.
Goytisolo terminó aceptando el
premio y ese hecho le hundió más en su depresión. Porque continuaba sin fuerzas
para escribir y era consciente de que se había contradicho al aceptarlo. Sus
íntimos insisten en que ni le deslumbraron los focos ni le atrajeron los
honores. Pero ahora que contaba con dinero para los muchachos ya no le
encontraba sentido a seguir viviendo. La víspera del 23 de abril, fecha de la
entrega solemne del premio en Alcalá de Henares, llamó en Madrid a un amigo
para que lo ayudara a comprarse un traje. Solo disponía de una corbata y decía
que no conjuntaba con la camisa. Cuando el amigo llegó al hotel le dijo que no
tenía fuerza ni ánimo para salir a la calle. Su familia deseaba hacerse una
foto con los reyes de España. Pero él estaba tan perdido que no solo se olvidó
de la foto , sino que al concluir el acto reparó en que ni siquiera había
saludado a los reyes en su discurso.
Fractura de
fémur
“Nunca cometió la vileza de decir
que aceptó el premio por dinero”, recuerda un allegado. En 2016, una persona
que sabía de su depresión lo invitó a París a pasar unos días. Goytisolo le
entregó el documento de la eutanasia. Tras leerlo, le dijo: “Como amigo te pido
que no lo hagas. Porque estos muchachos, aparte del dinero, tienen derecho a
tenerte ahí. No se trata solo de que les pagues la carrera. Dicho esto, si
quieres seguir adelante, entonces vámonos a un notario y lo dejamos todo
resuelto para tu sucesión”.
Pero Goytisolo no fue al notario.
Esa misma noche de principios de marzo lo llamó Carole, hija de su esposa,
Monique Lange, escritora fallecida en 1996. Carole tenía 56 años, se había
separado de su marido y pidió una suma al escritor. Juan Goytisolo, que otras
veces la había ayudado, en ese momento le dijo que no disponía de fondos. No
obstante, quedaron para cenar al día siguiente.
"Desaparecida
la libido y con ella la escritura, compruebo que ya he dicho lo que tenía que decir.
Tampoco mi cuerpo da para más"
Pero ese día, al mediodía, Goytisolo
recibió la noticia de que Carole se había suicidado. “Esa noche estuve con él”,
relata este amigo, “y fue horroroso. Estaba ausente, con cien años más encima.
Apenas podía caminar. Decidió volver a Marrakech al día siguiente, sin esperar
el entierro de Carole. La familia de Carole estaba muy ofendida por el hecho de
que no se quedara al entierro. Pero Juan estaba hundido”. El autor de Juan
sin Tierra volvió a Marrakech. Tres semanas después, coincidiendo con la
Semana Santa de 2016, se cayó al bajar las escaleras del café de la plaza Yemáa
el Fna donde solía acudir cada tarde. Se fracturó el cuello del fémur. Ingresó
en la Polyclinique du Sud, aunque su seguro solo tenía validez en el Hospital
de Barcelona.
Como su empeño era gastar el mínimo
dinero posible en sí mismo con tal de dárselo a sus ahijados, Goytisolo se
empeñó en salir de la clínica al cabo de dos días. Los médicos se negaban,
porque padecía insuficiencia respiratoria y flebitis. Y además, sufría unos
dolores espantosos a causa de la rotura del fémur. Sin embargo, se marchó del
centro. Y esa misma noche, en su hogar, quedó al borde de la muerte. El
embajador de España en Rabat, Ricardo Díez-Hochleitner, y la cónsul honoraria
de Marrakech, Khadija Elgabsi, lograron que la clínica lo readmitiera, aun sin
pagar la garantía. Quienes lo vieron salir aquella noche de casa en camilla por
los callejones de la medina aseguran que iba más muerto que vivo.
Carta del autor de 'Señas de
identidad', firmada en abril de 2014, que empieza así: "Mi decisión de
recurrir a la eutanasia a fin de no prolongar inútilmente mis días obedece a
razones éticas de índole personal”.
Goytisolo solo aguantó tres días en
el centro médico. Sin embargo, lograron convencerle para que tratarse sus
enfermedades con el seguro en España. Llegó a Barcelona en abril de 2016 y
permaneció un mes internado. Varios amigos, miembros de su familia española,
como su sobrina Julia —musa del poema Palabras para Julia, de
José Agustín Goytisolo— y empleados de la agencia literaria Carmen
Barcells se turnaron para cuidarlo en el Hospital de Barcelona y en un centro
de rehabilitación. Con todo, él quiso regresar a Marrakech.
Estuvo varios meses con la movilidad
bastante reducida. Y el 18 de marzo de 2017 sufrió un ictus cerebral. Entró por
urgencias en la Clínica Internacional de Marrakech. “Los médicos me dijeron que
lo más probable era que muriese a lo largo de la madrugada”, relata la cónsul
honoraria de Marrakech, Khadija Elgabsi. “Sin embargo, por la mañana recobró la
conciencia y me pidió hablar con su amigo José María Ridao”. Contactado por
teléfono en París, el escritor y diplomático comenta que Goytisolo estaba un
poco desorientado esa mañana. “Me contó lo mal que lo había pasado. Hablaba con
una leve dificultad, pero su voz era firme”.
Una vez más, Goytisolo decidió
marcharse. Dejó el hospital a los tres días, contra el criterio de todos los
médicos. Dos días después de llegar a casa perdió el habla y a los cuatro, la
capacidad de moverse. En la madrugada del pasado domingo falleció. Su compañero
Abdelhadi nos explicaba horas después en su casa: “Últimamente tenía
dificultades para respirar. Pero murió tranquilo, en su cama”.
Este es el drama que cargaba sobre
sus espaldas el hombre ataviado con corbata verde a rayas que el 23 de abril de
2015, durante la lectura de su discurso, preguntó: “¿Cuántos lectores del Quijote
conocen las estrecheces y miseria que padeció [Cervantes], su denegada
solicitud de emigrar a América, sus negocios fracasados, estancia en la cárcel
sevillana por deudas, difícil acomodo en el barrio malfamado del Rastro de
Valladolid con su esposa, hija, hermana y sobrina en 1605, año de la Primera
Parte de su novela, en los márgenes más promiscuos y bajos de la
sociedad?”.
Goytisolo logró reparar, al menos,
la injusticia social que padecieron todos los miembros y ancestros de su tribu,
condenados a la pobreza y el analfabetismo. Hoy, Jalid ha concluido un ciclo de
formación profesional, Rida estudia cine en Marrakech y Yunes ha terminado este
mes en Francia una carrera de ingeniería.
UMA VIDA EXEMPLAR
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